De parking de dirigibles a parque acuático

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El empresario alemán Carl von Gablenz quiso llevar grandes y pesados transportes por todo el globo a bordo de ídems llenos de helio.

Hace una década la idea parecía interesante así que aprovechó unas abandonadas instalaciones militares  soviéticas cercanas a Berlín para erigir un hangar de más de 200 metros de anchura, 360 metros de longitud y más de 100 metros de altura, con una inversión cercana a los 100 millones de euros. Por desgracia la empresa no tuvo éxito y las instalaciones terminaron vendiéndose a una empresa de ocio de Malasia por 17 millones de euros que construyó en su interior una especie de paraíso tropical.

Modificaron la cubierta de acero por una de placas transparentes a fin de que la luz solar entrase pero no las frías temperaturas de la zona y así mantener unos cálidos 24º en el interior, que junto a la vegetación y la playa artificial contribuyesen a consolidar la impresión de que en lugar de el centro de Europa el visitante estaba en el trópico. Y la idea ha tenido éxito al menos entre los más de 900.000 visitantes anuales.

A su disposición hay una piscina de casi 3.000 metros cuadrados, mayor que cuatro piscinas de dimensiones olímpicas, que termina en un horizonte que dibuja un cielo paradisíaco mientras se escucha el rumor de la cascada artificial, se respira el aroma de la vegetación del jardín tropical cubierto más grande del mundo (50.000 árboles de 600 especies) y se escuchan los gritos de quienes se deslizan por el tobogán de nueve pisos de altura que te lanza a una velocidad de unos 6o km/h. ─Antonio Rentero [Air Space Mag]