La economía colaborativa es “la imprenta que le jode el negocio a los monjes”

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Las startups Spacebee, Amovens, Tutellus y Shipeer definen los límites de la sharing economy y el turbocapitalismo.

El consumo colaborativo está suponiendo una auténtica revolución para la economía. Los usuarios abandonan su papel como demandantes de productos y servicios y se convierten también en oferentes. El gran mercado da paso a un trueque de micromercados. Eso hace que el papel de los intermediarios y los proveedores peligre y los privilegios de los actores clásicos de cada industria o sector se tambaleen.

Los legisladores intentan coartar estas nuevas formas de negocio presionados por los lobbies, pero las cifras mandan: la sharing economy proporciona puestos de trabajo e ingresos a muchos que no los han conseguido por la ineficacia de las vías tradicionales. Las administraciones públicas empiezan a aliarse con estas nuevas startups, más ágiles y con modelos que favorecen más la ecología y a las Smart Cities que los suyos propios.

Con este trasfondo, ayer se celebró en el Salón MiEmpresa un coloquio sobre economía colaborativa, en el que participaron Diego Hidalgo, fundador de SpaceBee (startup par a cesión durante horas de espacios de trabajo, oficinas y puestos individuales) y CEO de Amovens (transporte de personas P2P), Daniel Lapesa, CEO de Shipeer (transporte de paquetes intercity P2P) y Miguel Caballero, fundador y CEO de Tutellus (plataforma para ofrecer y disfrutar de videocursos. Los tres emprendedores debatieron sobre los límites de este concepto y sobre los problemas legales que han tenido compañías como Uber, Blablacar o Airbnb.

Lapesa considera que la “economía colaborativa no es enriquecerse, sino compartir gastos. Esa sería la frontera y la diferencia”. Su empresa, Shipeer, es un rival de PackLink para conectar gente que quiere enviar paquetes con otros que quieren transportarlos y que cuenta solo con cinco meses de vida.

Para el veterano Miguel Caballero, que ya lleva 15 años emprendiendo en el mundo digital y cuatro startups a cuestas, no podemos juzgar a alguien que quiera enriquecerse y dejar a esta empresa fuera del concepto de economía colaborativa. “¿Quiénes somos como personas para definir este término?”. Su última creación, Tutellus, es un espacio en el que personas que quieren enseñar se conectan con personas que quieren aprender.

Se trata de una plataforma para que la gente pueda consumir cursos que tienen formato en vídeo (ya superan los 43.000). “Son cursos de treinta o cuarenta euros. Se trata de prácticamente compras compulsivas, siempre sales con algo”, afirma. El emprendedor asegura que su startup da para vivir en algunos casos. “Los profesores se pueden ganar la vida, hay gente que se lleva entre 5.000 y 15.000 euros al mes. Es un segundo sueldo para muchas personas, que se sacan de doscientos a trescientos euros. Además te permite autorrealizarte”.

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Para Caballero, las cosas malas que se dicen de las empresas de la economía colaborativa siempre “vienen de lobbies”. El creador de Tutellus se pregunta cuál es el problema de estas startups y las compara con “la imprenta que jodió el negocio a los monjes. Ellos tenían su negocio montado, su parcela y llevaban años haciendo lo mismo, pero entonces sus conocimientos se democratizaron”, explica.

El creador de Amovens, Diego Hidalgo, cree que la economía colaborativa se define por la interacción P2P, peer to peer, persona a persona. “Nuestros conductores no son proveedores. Se trata de relaciones económicas nuevas. Compartir coche es un sustituto a ir en autobús”, asegura. El joven empresario reconoce que cuando empezaron, hace cinco años, buscaban acuerdos con empresas de transportes de personas de toda la vida, pero “ahora no, porque la única actitud que tienen es a la defensiva”.

Javier Piedrahita, editor de MarketingDirecto y moderador del coloquio, reflexionó sobre si este modelo de la economía colaborativa no es, en esencia, una forma de turbocapitalismo, es decir, si no estamos comerciando con cada pequeño elemento de nuestra cotidianeidad.  “Estas empresas te están llevando a monetizar todo, a sacarte dinero a todo, a tu casa, tu coche… Hay gente que me ha dicho que su mentalidad ha cambiado y solo piensan en cómo ganar dinero con cada pequeña actividad”.

¿Cómo competir con los grandes?

En el caso de Amovens, rival directo de Blablacar, han tenido que tirar de originalidad. Aunque salieron unos meses antes que la startup francesa en España, su presupuesto ha sido mucho más limitado que la gala, que ha recurrido a incluso anuncios en televisión, lo que ha aumentó rápidamente su popularidad. “Hemos hecho marketing guerrilla desde el principio. Organizamos manifestaciones en plan de broma a favor del coche compartido. Con 180 euros conseguimos una gran repercusión mediática”. A eso, se suma que la empresa ha establecido acuerdos con empresas como 20 minutos. Además, desde que Blablacar introdujera comisiones enormes, han encontrado un espacio y “una oportunidad”.

Caballero cree que “la única manera de competir con las empresas grandes es a través del producto. Hay que mejorarlo constantemente. El producto es la comunidad que generas”. El creador de Tutellus habla sobre las sinergias con otras startups de consumo colaborativo para generar meritocracia, que no son tan fáciles de cerrar como pueda parecer en un principio. “Dudo que un grande como Airbnb quiera compartir datos con Tutellus. Eso viene bien para empresas que están arrancando y necesitan que sus usuarios acumulen críticas y se les conozca. Pero da igual la reputación de un profesor cuando luego va a alojarse a otro sitio, por ejemplo”, apostilla.

Desde Shipeer reconocen que su modelo supone “perder usuarios todos los días, con el noventa de ellos que se van porque no encuentran el trayecto que les interesa”. Actualmente esta incipiente startup no puede competir con PackLink, pero tienen sí que ven algunas ventajas competitivas en el futuro. “Ellos trabajan por volúmenes, hablando con Correos y otros, que les bajan mucho el precio. Pero solo llevan hasta treinta kilos como máximo”.

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