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La modalidad laboral en la que el trabajador puede realizar sus funciones desde el domicilio, apoyado por el auge de las últimas tecnologías, abre tendencias de futuro.

Las facilidades que ofrecen las Nuevas Tecnologías aprueban con nota. Si día a día podemos comprobar sus efectos a la hora de comunicarnos y relacionarnos con nuestros más queridos, sin hablar del acceso a la información en tiempo real a la que ya tenemos derecho, qué decir sobre los nuevos matices que el conglomerado corporativo va a adquirir en breve.

El trabajo desde casa se hace inminente y con él el cambio radical que supone de nuestras costumbres más arraigadas. Hasta hace bien poco la pérdida de tiempo en los medios de transporte para acudir a la oficina se convertía en insufrible incluso para el más responsable.

Sin embargo, con esta nueva modalidad laboral, incipiente en España pero de cierto recorrido en el resto de Europa, parece que los retrasos a la hora de fichar en la oficina -o de salir- tienen sus días contados.

Con la introducción del teletrabajo, al que rodean opiniones de todo tipo, se puede subrayar la importancia que de nuevo cobra la calidad de vida del ciudadano hasta la fecha mayormente nórdico y escandinavo- y de su autonomía.

La duda, tan manifiesta al pensar en términos de productividad de empresa, se define ante los resultados y comportamientos que de éstos se derivan. La preocupación más urgente del directivo, como bien se puede imaginar, es elaborar un nuevo plan organizativo en que el trabajador asume sus propias dinámicas en un entorno en el que el control y la supervisión se vuelven difíciles.

En cualquier caso, si la experiencia ha salido mejor que bien en los países del Norte, ¿por qué razón tiene que limitarse al trabajador español? La polémica está servida porque para gustos son los colores pero, a pesar de todo, esta tendencia será la que marque el futuro empresarial del mañana.

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