Silicon Wadi, un Silicon Valley que rompe filas

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Vinculado a la tecnología militar, el ecosistema emprendedor israelí se ha convertido en el segundo del mundo. Estas son sus claves y sus orígenes.

El origen de Silicon Wadi: la figura de Yigal Erlich

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Las empresas israelíes de alta tecnología empezaron a cobrar forma en la década de los sesenta, con la fundación de compañías como ECI Telecom, Tadiran y Elron Electronic Industries. En esos años, las firmas americanas empezaron a llegar al país, aunque muy lentamente. La primera en abrir un centro de I+D en Israel fue Motorola en 1964. Durante treinta años, hubo una o dos empresas techies con cierto éxito internacional, la mayoría de ellas vinculadas a la tecnología militar que acababa encontrando aplicaciones en el ámbito civil.

Toda historia tiene un protagonista y la de esta tierra de oportunidades comienza prácticamente con Yigal Erlich. A Erlich se le conoce prácticamente como el padre de la industria del capital riesgo en Israel y con motivos. Fue prácticamente el responsable de que en el país no solo hubiera tecnología, sino también dinero para invertir en ella. Gracias a él, Israel es hoy el segundo ecosistema emprendedor del mundo.

Entre 1984 y 1992, Yigal fue jefe científico del Ministerio de Industria y Comercio de Israel, gestionando un presupuesto anual de 200 millones de dólares para los proyectos de I+D de empresas de alta tecnología. En esta época supervisó inversiones en cientos de startups y pudo comprobar las carencias existentes en el mercado.

Después de percatarse del gran vacío existente respecto al capital riesgo y la necesidad de este de gestionar esta industria profesionalmente para las empresas de alta tecnología israelíes, en 1992 el gurú convenció al gobierno para tomar cartas en el asunto.  En 1993 Erlich crea junto a la administración Yozma (que significa ‘iniciativa’ en hebreo), contando con 100 millones de dólares de base. Este fondo proporcionaba interesantes incentivos fiscales para aquellas firmas de capital riesgo extranjeras que desearan operar en Israel y ofrecía doblar cualquier inversión realizada con fondos del gobierno.

En solo tres años, la firma estableció 10 fondos de capital riesgo locales, hoy convertidos en los pilares del ecosistema emprendedor israelí. Entre ellos, están Gemini, JPV, Nitzanim (Concord), Polaris, STAR y Walden Israel. Gracias a Yozma, entre 1991 y el 200 los fondos de capital riesgo extranjero en Israel aumentaron casi 60 veces, pasando de 58 millones de dólares a 3.300 millones, y las empresas incubadas por los mismos crecieron de 100 a 800.

En 1997 el fondo Yozma fue privatizado y se crearon Yozma II y Yozma III. Hoy Yozma maneja cerca de 220 millones de dólares y tiene un portafolio de 45 startups invertidas en sectores como las comunicaciones, las tecnologías de la información y las ciencias de la vida. Normalmente invierten en startups de fase temprana con rondas que fluctúan entre 1 millón de dólares y 6 millones de dólares.

Yozma no es la única ‘buena obra’ de Erlich. El gurú también inició un programa de tecnología genérico para establecer lazos duraderos entre consorcios de empresas locales con centros de investigación y universidades de todo el mundo. Asimismo, también inició un programa de incubadoras que permitió la creación de 24 incubadoras de startups a lo largo y ancho de todo el país.

En la actualidad, Erlich compagina su labor en Yozma con la presidencia de MATIMOP, una agencia del gobierno que genera programas de cooperación industrial entre Israel y las empresas extranjeras. También es vicepresidente del Consejo Nacional de I+D y antiguo presidente de la Israel Venture Association.

Las claves del sistema emprendedor en Israel

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En poco más de dos décadas Israel ha pasado de basar su economía en las naranjas a transformarse en la segunda potencia en materia de emprendimiento. Con 7,1 millones de habitantes y en permanente conflicto, el país cuenta con más de 4.000 startups y tiene 63 empresas que cotizan en el NASDAQ. Es el tercer país con más empresas en este índice tecnológico por detrás de EE.UU y China y su número supera a la suma de las que tienen todas las empresas europeas.

Según una investigación de IVC y Reversexit.com, entre 1999 y 2014 se habrían creado 10.185 empresas tecnológicas israelíes, de las cuales 5.400 están aún activas. Solo el 2,6 por ciento de ellas tendrían ingresos anuales de más de 100 millones de dólares o más de un centenar de trabajadores.

Israel es el segundo país del mundo en capital riesgo y el estado con mayor número de ingenieros por habitante. Se calcula que hay 140 profesionales técnicos por cada 10.000 personas. El 75% de las exportaciones son en tecnología y, cada año, se generan 500 nuevas startups, más que Japón, China, Canadá o Reino Unido.

Muchos de estos datos se pueden encontrar en el libro ‘Start-up Nation: La historia del milagro económico de Israel’, de Dan Senor y Saul Singer. La obra hace una radiografía sobre el ecosistema emprendedor de Israel, explicando sus claves y sus ventajas. Lo cierto es que en este territorio se dan una serie de factores políticos, culturales, religiosos y económicos que serían difíciles de replicar en otros lugares.

El más llamativo es la conexión de la economía, las universidades y los centros de investigación con la industria militar. Los jóvenes, tanto hombres como mujeres, tienen que realizar un servicio militar obligatorio que se prolonga entre dos y tres años. La mayoría de israelíes reciben entrenamiento y cogen experiencia en el campo de batalla. En el ejército aprenden, entre otras cosas, a trabajar en equipo, cómo dirigir gente, pivotar y buscar soluciones y sobre todo, ayudar a su país. Se enseñan valores como la determinación, la persistencia o el compromiso. Además, se les instruye en cómo tomar decisiones rápidas y afrontar los cambios, generar soluciones innovadores ante problemas complicados utilizando recursos limitados. Esta ‘mili’ de larga duración fomenta relaciones de cooperación y camaradería entre muchos jóvenes.

El sistema militar israelí no se basa tanto en las jerarquías, sino en hacer pensar a cada soldado por sí mismo e incluso que cuestionen a sus superiores, si creen que una decisión o acción es equivocada. De hecho, cumplir las órdenes a rajatabla está muy mal visto en este ejército, algo que se traslada a la cultura de empresa. Los empleados pueden, y deben, pedir explicaciones a sus jefes.

La base de todo es tomar riesgos, pero asumirlos de manera sensata e inteligente, de una forma no imprudente. En el libro se habla del concepto del ‘fracaso constructivo o inteligente’, que supone que todas las actuaciones tienen un valor neutral, no de éxito o fracaso. Todos estos aspectos son puestos en práctica y aplicados posteriormente al mundo profesional, creando un ecosistema muy rico.

El patriotismo inculcado durante el período de formación militar es algo que se queda impregnado en los emprendedores israelíes. Aunque estos acaben montando una startup fuera de su país, van a ser unos excepcionales embajadores para Israel. La idea es formarse fuera y, en algún momento, volver. No hay ‘fuga de cerebros’, sino ‘circulación de cerebros’. El concepto de la globalidad y el mirar hacia fuera está dentro del ADN de los emprendedores del país.

Israel es, debido a su situación geopolítica, un lugar donde prima la diversidad de etnias y dónde el hebreo, el árabe y el inglés están en todas partes. Configurada como una nación, en base a una religión y una cultura, más que a unas fronteras, muchos de los directivos y emprendedores que residen en el país han vivido fuera y tienen unas excepcionales carreras y círculos de contactos. Todo esto ayuda a que fluya el talento y el capital muy fácilmente.

Un 2014 emergentelanda-nanography

En 2014 las startups israelíes de alta tecnología obtuvieron una cifra record de financiación. En total, 688 empresas recaudaron 3.400 millones de dólares de fondos, lo que supone un incremento del 46% respecto a la cifra obtenida en 2013. Así lo pone de manifiesto un informe elaborado de manera conjunta por KPMG y el Centro de Investigación IVC, proveedor líder de datos y análisis del sector de alta tecnología, el capital riesgo y las industrias de capital privado en Israel.

Los venture capital israelíes han aportado el 17% de la financiación del total inyectado en esos 12 meses, unos 574 millones de dólares.

El mejor período del año fue su último cuarto. En el intervalo de septiembre a diciembre las startups locales se embolsaron 1.100 millones de fondos. Se trata del trimestre más provechoso para las jóvenes empresas israelíes de los últimos años. En el Q4 36 compañías de Internet culminaron exitosamente rondas por valor de 320 millones de dólares, el 29% de los fondos totales dirigidos al sector tecnológico. Nunca antes se había conseguido tal cantidad de dinero para estas startups digitales del país en un trimestre.

“El alza de los capitales obtenidos por las empresas de alta tecnología israelíes refleja directamente el aumento constante del número de grandes ofertas”, señala Koby SImana, CEO del IVC Research Center y co-autor del estudio. Las grandes operaciones, las que implican más de 20 millones de dólares recaudados, previamente solo suponían el 3% del total, pero en 2014 la cifra se duplicó. Empresas como Landa Nanography, IronSource o Kaminario son ejemplos de startups que se han hecho con sumas muy considerables.

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A las startups de ciencias de la vida (medicina y biotecnología) locales tampoco les fue nada mal. Ambos sectores se granjearon 250 millones de dólares de financiación por parte de inversores.

Desde KPMG opinan que esta tendencia alcista continuará y las rondas de entre 5 y 20 millones de dólares serán aún más comunes. “Creemos que el nivel de madurez de empresas con sede en Israel en 2015 atraerá a inversores de capital privado”, augura el consultor de KPMG, Ofer Sela.

El año pasado también fue un excepcional ejercicio para los exits y las Ofertas Públicas de Ventas de compañías emergentes del país. Un informe elaborado por PricewaterhouseCoopers (PwC) y Ethosia, contabiliza las ventas de 52 startups israelíes, con un valor total de 15.000 millones de dólares. Entre las adquisiciones más destacadas del año por valor hay que mencionar las de SuperDerivates (350 millones de dólares), Wilocity (300 millones de dólares), Cyvera (200 millones de dólares) o Kontera (150 millones de dólares).

En esos doce meses salieron a bolsa 18 empresas, acumulando 9.800 millones de dólares. Se trata de un incremento significativo, comparado con 2013, cuando se obtuvieron 1.200 millones de dólares. Destacan la OPV de Mobileye, por valor de 890 millones de dólares, la más alta de la historia para una empresa israelí.

“No hay un pequeño número de empresas con la habilidad y el apetito para salir a bolsa y convertirse en líderes de sus industrias. Del mismo modo, el hambre para las fusiones y adquisiones sigue siendo alto y vamos a comprobar que sus actividades en esto permanecerán por encimo de lo habitual”, señalan Rubi Sulliman, responsable de alta tecnología de PwC y uno de los autores del estudio.

Mirando hacia el futuro

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2015 ha comenzado con fuerza para las startups israelíes. Los grandes gigantes tecnológicos han continuado con su foco puesto en Silicon Wadi para sus adquisiciones. El puente entre Silicon Valley e Israel se ha tendido en varias ocasiones en estos dos primeros meses del ejercicio.

A finales de enero Microsoft adquirió Equivio, un proveedor de tecnologías de aprendizaje para eDiscovery e información gubernamental por el que habría desembolsado unos 200 millones de dólares. Los de Redmond decidieron darse otra vuelta por Silicon Wadi y hacerse con el fabricante de los estilus de su Surface Pro 3, la firma N-trig. N-trig también produce lápices ópticos y chips para otros grandes fabricantes tecnológicos, como Sony, Fujitsu, HP o Lenovo. El diario económico Calcalist valoraba la operación en 200 millones de dólares.

Silicon Wadi también ha recibido un puñado de dólares desde Seattle. Amazon ha comprado el fabricante de chips Annapurna Labs por 370 millones de dólares y va a integrar la startup dentro de su unidad de cloud computing, Amazon Web Services. Esta firma contaba entre sus inversores con el diseñador de chips americano ARM.

Las startups estadounidenses también compran startups israelíes. El servicio de almacenamiento Dropbox ha adquirido a la startup CloudOn, una firma que desarrolla aplicaciones móviles para creación, edición y organización de documentos y que cuenta con 9 millones de usuarios.

Los gigantes tecnológicos chinos tampoco pierden de vista a las emergentes israelíes. Tres semanas después de comenzar el año, el coloso Alibaba depositaba su confianza y su capital en Visualead, una compañía con un innovador sistema para personalizar los códigos QR.

Se calcula que solo en enero, las startups israelíes habrían obtenido 427 milloness de dólares. Al margen de estas operaciones, también hay que mencionar los nuevos fondos en el país. La firma de capital riesgo Vintage Investment Partners, ubicada en Helzliya, ha anunciado un nuevo fondo por valor de 125 millones de dólares para empresas en fase avanzada. Igualmente, la también local, Singulariteam Ltd. ha lanzado otro fondo de 102 millones de dólares.

Especial interés tiene la creación de la factoría de startups Team8Ventures, especializada en empresas de seguridad. La firma tiene raíces en el homólogo israelí del NSA, la unidad 8200. Su antiguo responsable, Nadav Zafrir, es uno de los fundadores del fondo. Entre los inversores de la factoría se encuentran Alcatel-Lucent, Cisco e Innovation Endeavors, la firma del presidente de Google, Eric Schmidt.

Team8 supondrá un centro para el desarrollo y lanzamiento de startups de seguridad cibernético desde cero, con un grupo de investigación en conocimientos ofensivos y defensivos que será el núcleo. Las distintas tecnologías disruptivas que están generando desde la factoría con su “modelo único” serán comercializadas mediante cada nueva empresa.

> Más información sobre la economía TI israelí en Silicon News.
> Más información sobre el canal de distribución en Israel en ChannelBiz.
> Más información sobre el desarrollo tecnológico de Israel en Silicon Week.

 

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