Startups y emprendimiento en Latinoamérica: III) Perú

Empresas

Con más actividad emprendedora que innovación, Perú está haciéndose un sitio entre los ecosistemas tecnológicos latinoamericanos.

A diferencia de Brasil o Chile, Perú no es una de las economías latinoamericanas punteras. Sin embargo, ello no quiere decir que el país de los incas no posea interesantes perspectivas en el ámbito del emprendimiento tecnológico. Actualmente, Perú es un país en vías de desarrollo, con un PIB de 178.643 millones de dólares en 2015. Es la séptima economía de Latinoamérica.

En lo referente a la innovación, Perú ocupa el puesto 71º del Global Innovation Index, con una nota de 32,51 puntos sobre 100. Esta por detrás de otros países latinoamericanos como Chile, México, Uruguay, Brasil o Colombia.

Los puntos fuertes del país en lo relativo a la innovación son el marco institucional y regulatorio y, en menor medida, las infraestructuras. En cambio, según el mismo Global Innovation Index, presenta graves carencias en los ámbitos de creación y difusión del conocimiento, conocimiento tecnológico, creatividad, capital humano, educación e investigación.

Perú invierte solo el 0,15% del PIB en ciencia, tecnología e innovación. El Gobierno peruano apuesta más por los incentivos fiscales a las empresas innovadoras que por la inversión directa. De esta forma, el año pasado aprobó una ley para poder deducir en el pago del Impuesto a la Renta hasta el 175% de los gastos en investigación y desarrollo.

El entonces ministro de la Producción, Piero Ghezzi, se quejó de que las empresas peruanas prefieren imitar que asumir el riesgo de innovar. Ello hacía, a su juicio, necesaria la intervención estatal para ofrecer este tipo de incentivos.

Unos beneficios fiscales que funcionan como complemento a una serie de iniciativas enfocadas a la financiación de empresas y que están reunidas en la plataforma Innóvate Perú. Este programa nacional busca incrementar la productividad y diversificación empresarial fortaleciendo a los actores del ecosistema innovador -empresas, emprendedores y entidades de apoyo- y facilitando la interrelación entre ellos.

En este sentido, se cuenta también con las empresas para financiar la formación de más Centros de Innovación Tecnológica (CITE), especialmente en las áreas de producción acuícola, biotecnología y energía. Desde el Consejo Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación Tecnológica (Concytec) confían en que todas estas iniciativas sean un primer paso para la formación de un ecosistema de innovación peruano que de momento está en ciernes.

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Panorama del emprendimiento

Al contrario de lo que sucede con la innovación, Perú destaca por su actividad emprendedora. De hecho, es uno de los 10 países más emprendedores del mundo, según el Global Entrepreneurship Monitor (GEM) 2015. Así, su Tasa de Actividad Emprendedora (TEA) del 22,2% le sitúa en el noveno lugar del ránking del GEM.

La parte negativa es que el emprendimiento ha bajado en Perú en el último año, pues en 2014 esa tasa era del 28,8%. En Latinoamérica, hay tres países más emprendedores: Ecuador -líder en emprendimiento en la región-, Chile y Colombia.

En este descenso tiene que ver la alta discontinuidad de la actividad emprendedora: en el país se crea un promedio de 853 empresas al día pero se cierran 469. Según César Peñaranda, director ejecutivo del Iedep, “una de las principales razones que explica este resultado es la baja o nula rentabilidad de los negocios (un 32,5% del total), que responde a la desaceleración de la demanda interna y del PIB en los dos últimos años y que terminó afectando a las iniciativas emprendedoras”.

Hay otros temas que Perú tiene que resolver para consolidar el emprendimiento. Uno de ellos es el elevado emprendimiento por necesidad, derivado de los años de crisis de los 90. Otro es la falta de grandes emprendimientos, resultado de un círculo vicioso en el que no hay grandes inversiones por la escasez de proyectos y no hay emprendimientos de magnitud porque carecen de financiación. La facilidad para abrir negocios también deja que desear.

En este contexto, los propios emprendedores han formado clusters industriales y empresariales, como los de Villa El Salvador, Los Olivos o el Emporio Comercial de Gamarra. Allí han surgido empresarios de éxito que ejercen de referentes para otros emprendedores. De este modo, se está formando un ecosistema más sólido para el emprendimiento en Perú.

También se registran avances en el apoyo al emprendimiento. El Ministerio de la Producción apoya iniciativas de desarrollo y creatividad tecnológica para jóvenes, como el Mes del Emprendimiento y HackSpace Perú, con el objetivo de integrar a más de 10.000 emprendedores en todo el país.

Asimismo, entidades privadas como la Asociación de Emprendedores del Perú (ASEP) colaboran con instituciones similares de otros países del entorno para impulsar los emprendimientos de los países miembros de la Alianza del Pacífico.

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Ecosistema de startups

A pesar de estas más rezagado que otros países de la zona, Perú está emergiendo como una sorpresa entre los ecosistemas tecnológicos latinoamericanos, gracias al apoyo de diversas organizaciones y del propio Gobierno.

Las instituciones públicas peruanas han diseñando instrumentos de fomento de la creación de startups relacionadas con las nuevas tecnologías, aunando la oferta de financiación con los servicios de capacitación. El mecanismo más importante de apoyo público a las nuevas empresas tecnológicas es Start-Up Perú, que cuenta con un presupuesto de 11 millones de dólares. Este programa, creado en 2012, se dirige a emprendimientos innovadores y de alto impacto, incubadoras, aceleradoras y redes de inversores.

Aunque la red de incubadoras peruana no es muy extensa, sí existen entidades educativas y oficiales que destinan servicios y recursos para la creación y consolidación de proyectos de negocio durante su período inicial. El Sistema de Incubación de Empresas de la Universidad Católica del Perú y la Red de Incubadoras de Negocios de la Municipalidad de Lima son dos ejemplos.

Respecto a las aceleradoras, la implantación de Wayra en Perú, hace ahora cinco años, ha generado un importante estímulo en el país. En este tiempo, Wayra ha invertido más de 6 millones de dólares en impulsar 44 startups peruanas. Una entidad que ha servido también de catalizador del apoyo a los emprendedores locales. A este respecto, han surgido aceleradoras locales como UTEC Ventures, Lima Valley, StartUPC y Startup Academy.

Pero, como en cualquier otro país, un ecosistema de startups no es nada sin inversión. En los últimos años, el crecimiento económico de Perú y su situación estratégica en la costa del Pacífico han despertado el interés de los inversores. Pero, al tratarse de un ecosistema joven, la mayoría de los inversores sólo han aportado recursos en etapas iniciales.

Otro aspecto importante es que faltan startups con potencial para ser financiadas. Algunas son poco innovadoras, otras no resultan atractivas como negocio. Si a eso le sumamos que muchos inversores aún prefieren entrar en sectores tradicionales a poner su dinero en el sector tecnológico, podemos decir que el ecosistema peruano aún está lejos de los de sus vecinos Chile y Colombia.

Sin embargo, Perú presenta unas cuantas startups de éxito. Algunas ya han logrado proyección internacional, como el servicio de venta de entradas Cinepepaya y el programa de puntos PlazaPoints. Karaoke Smart; Crehana, que ha levantado 730.000 dólares en Reino Unido, y Busportal, comprada recientemente por la empresa india de venta de billetes Redbus, son otros referentes para las nuevas empresas peruanas como Tu Micro, Shape o Mapsalud.

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Oportunidades para inversores españoles

Con una población joven y mayoritariamente urbana, Perú es un mercado interesante para empresas orientadas al sector servicios. El crecimiento económico y la reducción de la pobreza en los últimos años han elevado la base de potenciales clientes, a lo que hay que añadir una política comercial muy abierta al exterior.

Entre los aspectos negativos, destaca el elevado nivel de economía sumergida y la fragmentación, tanto geográfica entre las regiones de costa, sierra y selva, como económica y social. La capital, Lima, sigue concentrando la mayor parte de la actividad económica del país, además de acoger a todos los poderes públicos y la práctica totalidad de los centros de decisión empresariales.

En el plano internacional, Perú es miembro de las principales instituciones multilaterales (FMI, BM, OMC, BID…) y pertenece a la Comunidad Andina de Naciones (CAN) en la que se encuentran Bolivia, Colombia y Ecuador. Tiene tratados vigentes de libre comercio con, entre otros, Estados Unidos y la Unión Europea, y ha firmado un acuerdo de complementación económica con el Mercosur, según los datos del ICEX.

Con respecto a los sectores de oportunidad, se pueden señalar las infraestructuras, siderurgia, equipos y maquinarias para la construcción, maquinaria agroalimentaria, envase y embalaje, maquinaria textil, electrónica e informática. Otros sectores interesantes, en los que la presencia española es bastante reducida, serían los de medicamentos, productos químicos, equipamiento de colectividades y minería.

Otro aspecto a tener en cuenta es la construcción prevista para los próximos años de “ciudades planificadas”, levantadas desde cero. Estas ciudades, promovidas por el Estado peruano, pueden ofrecer oportunidades de interés tanto para las constructoras como para las startups dedicadas a las smart cities. Finalmente, también es de destacar el auge del emprendimiento social en Perú, que buscan resolver los problemas que más aquejan a la sociedad peruana, sobre todo los relacionados con educación, transporte, higiene y sanidad.

Actualmente, hay más de 300 empresas españolas presentes en Perú. De ellas, 30 están relacionadas con la tecnología: Afina, Ayesa, Bit4ID, Connectia, Campus Futura, CYS, Deister, Digitex, Dielca, Dominion, Eptisa, Eurona, Everis, Ezentis, Hundred, Ibermática, Imsitec, Indra, Itete, Iriscene, Izertis, Ofisis, Panda, PSS, Satec, Telefónica, Tech Rules, Teltronic, Tecnocom y Zemsania.

Perú apoya la inversión extranjera mediante la estabilidad macroeconómica y jurídica, pero no ofrece una política de subsidios o incentivos fiscales a la inversión, salvo excepciones muy concretas, entre las que no se encuentra la tecnología.

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