Un año de Alphabet: luces y sombras de la extraña reencarnación de Google

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Alphabet funciona a dos velocidades: la parte de Google no para de hacer dinero, mientras que los moonshots generan pérdidas.

El pasado miércoles 10 de agosto se cumplió un año del nacimiento de Alphabet, una de las decisiones más sorprendentes y poco comprendidas que tomaron los cofundadores de Google. Larry Page y Sergey Brin decidieron cambiar la estructura de su firma dotándola de un paraguas empresarial, Alphabet, dentro del que funcionan sus distintos proyectos. Todo lo que conocemos como Google por un lado y sus otras apuestas (Other Bets), cosas como Nest, Fiber, Verily o Boston Dynamics, por otro.

La decisión dio mucho de qué hablar y enseguida hubo análisis acerca de por qué la habían tomado: para separar el negocio principal de Google (lo rentable) de los experimentos, para poder promocionar (y retener) a Sundar Pichai, para dar más libertad a los moonshots y que pudieran funcionar como startups… Un año después, solo hay una cosa clara: Alphabet funciona a dos velocidades.

Por un lado, está la parte que ha pisado el acelerador y no parece tener visos de aminorar su marcha. Google como tal, el lugar en el que están el buscador, Gmail, Drive, etc., ha sido llevado con maestría por Sundar Pichai, su CEO. Los ingresos crecieron un 21% el pasado trimestre, el margen operativo sigue creciendo, y ha subido un 24% en bolsa en el último año.

Los inversores ya no están preocupados. Antes de Alphabet, no gustaba que la compañía gastase tanto dinero en experimentos. Ahora que esos dos negocios están separados, ya no hay quejas. Y no todo es caminar sobre terreno ya conocido. En Google también tienen espacio para proyectos que podrían verse más como parte the Other Bets: por ejemplo, este año lanzaron su propia división de realidad virtual.

Las otras apuestas pierden dinero

¿Y qué tal ha ido este último año en el otro lado, en todo lo que no es Google pero sí Alphabet? Bastante peor. En el último trimestre vieron cómo las pérdidas generadas por los moonshots alcanzaban los 859 millones de dólares (300 millones más que hace un año), pero eso no fue lo peor. Lo peor fueron los problemas generados por algunas destas divisiones, que dieron la sensación de que todo lo que marcha bien y mejor organizado con Sundar Pichai en Google, es un desastre de liderazgo en las Other Bets.

Hubo dos ejemplos muy mediáticos. Uno de los más sonados fue el de Nest, la startup de termostatos inteligentes que compró Google hace un par de años, y cuyos problemas internos y de adaptación a la nueva estructura acabaron con la salida de Tony Fadell. El fundador y ahora ex-CEO de Nest se “fue” (posiblemente fuese más un despido) por crear un ambiente tóxico en la empresa. Desde la compra, Nest no ha lanzado nada nuevo.

El otro caso fue el de Boston Dynamics, la compañía de robots que Google  compró a finales de 2013 y que ahora está intentando vender. De hecho, toda la parte dedicada a la robótica de Alphabet, llamada Replicant, fue desmantelada e incluida en X, el moonshot dedicado a la investigación y desarrollo. ¿Por qué quieren vender Boston Dynamics? Todo parece indicar que la integración entre su equipo y los de otras startups de robótica dentro de Alphabet era poca. Además, sus robots son tan buenos que dan un poco de miedo.

¿Cuál es la conclusión tras un año de Alphabet? Simplemente, que Google hace bien lo que siempre hizo bien, y que gracias a esto puede mantener todos sus proyectos y experimentos paralelos. Mientras Sundar Pichai le da a la máquina del dinero, Larry y Sergey se divierten.

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