Facebook quiere devolver el anonimato a las conversaciones de chat

Cuando Internet comenzó a despuntar, allá por los años noventa, era frecuente encontrar todo tipo de webs con salas de chat independientes o portales que incluían estas y en las que se podía interactuar con otros usuarios sobre temas profundos o banales, generales o específicos, sin revelar en ningún momento nuestra identidad. En aquellos días la privacidad era sagrada y a muy pocos se les ocurría proporcionar sus verdaderos nombres en la Red. Los nicknames eran la única manera de acceder al otro. Nadie daba nombre real ni número de teléfono y los servicios online se cuidaban muy mucho de pedir este tipo de datos.

A mediados de la década pasada comenzaron a extenderse las redes sociales, y con ellas, una nueva moda de compartir todo, contarlo todo y mostrarlo todo poniendo por delante la firma y la cara. Sin pensar demasiado en el cambio, pasamos a publicar las fotos de nuestros hijos, nuestras imágenes en el cuarto de baño y decir dónde nos encontramos en cada momento, abandonando la preocupación por pensar quién puede acceder a este tipo de información.

Hoy, uno de los mayores exponentes de esa transformación con su política de nombres reales, Facebook, ha querido dar al botón de reinicio, diez años después. Mientras la red social se ha tenido que tragar sus propias palabras por pedir sus verdaderos nombres a ciertos colectivos, también ha estado trabajando en una aplicación móvil que permitiera volver a esos tiempos en los que el QUÉ era más importante que el QUIÉN.

Rooms es una app para iPhone (la versión para Android saldrá a principios de 2015) que da la oportunidad de mantener charlas en salas o habitaciones virtuales de manera anónima y organizadas en torno a un tema, afición o interés. Los espacios se pueden personalizar con diferentes colores y apariencias, están diseñados para ser “flexibles”, cambiar la foto de portada, añadir un mensaje personal, configurar los permisos de los miembros e incluso establecer su los usuarios pueden enlazar a su contenido en la web. Además, las salas de la aplicación de Facebook son bastante más completas que las de aquellos IRC y en las conversaciones se pueden enviar textos, pero también fotos o vídeos. Todo se visualiza en formato vertical como un feed y el moderador puede ser cualquier persona que use la ‘room’.

No es necesario estar registrado en Facebook para utilizar la app. De hecho, tampoco hace falta proporcionar una cuenta de correo electrónico. La empresa de Mark Zuckerberg ha querido que la sensación de libertad sea absoluta utilizando nicks. Aquí no hay madres, compañeros de colegio, jefes, exparejas o cuñados. “En las habitaciones puedes ser Wonder Woman o el nombre que te haga sentir más cómodo y orgulloso. Incluso puedes crear diferentes identidades para distintos contextos. A veces puedes preferir usar tu nombre real y otras un apodo”, cuenta en un post, el creador de la aplicación, Johs Miller. Miller era el fundador de una startup especializada en conversación social denominada Branch, que fue comprada por Facebook en enero.

Las salas son privadas y para poder entrar en ellas se ha ideado un curioso sistema mediante códigos QR. Cada room cuenta con su bidi particular y para acceder a ella se tiene que haber hecho una foto o pantallazo del mismo. Es necesaria una invitación para poder entrar y ‘llevar este pase’.

Facebook asegura que esta herramienta no pretende hacer la competencia a otras apps sustentadas en el anonimato como Whisper o Secret, sino que es algo más completo que incita al debate. La empresa de Mark Zuckerberg hace una analogía de las salas con los clubs de lectura o de poesía e incluso propone Rooms como una solución para proyectos colaborativos.

Este no es el único experimento que ha llevado a cabo Facebook en mensajería instantánea. Además de escindir su herramienta Messenger de la red social como una app indepediente, también  ha lanzado un software de mensajería efímera denominado Slingshot.

Alberto Payo

Redactor jefe de ITespresso.es. Comunicador audiovisual y periodista digital desde hace más de una década y tecnológico desde hace casi 7 años. Dentro de las TIC, interesado por la movilidad, las startups, los emprendedores y las apps. Fuera de ellas, aficionado al cine, la fotografía, los cómics, los viajes y los monólogos.

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