Juegos violentos y propaganda

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Cada cierto tiempo los medios hacen sonar la alarma de la peligrosidad de los juegos de ordenadores y lo perjudiciales que son para casi todo.

A los jugadores talluditos el ataque al mundo de los juegos no les es en absoluto ajeno ni nuevo. Desde los telejuegos y primeros juegos para Spectrum/Amstrad/Commodore/? el ataque se ha repetido cíclicamente. La violencia, la adicción, las actitudes antisociales han sido algunos de los argumentos empleados por los alarmistas. El perfeccionamiento de los juegos y la aparición de nuevos géneros han hecho que la crítica se cebe en determinados títulos que escandalizan (con mayor o menor intencionalidad) a ciertas mentes preclaras.

Decir que los juegos son inocuos, beneficiosos y hasta formativos es igual de demagógico que decir que son letales, perjudiciales y deformantes. Acogerse a cualquiera de los dos pensamientos es menospreciar al jugador. Generalizar entre jugadores y juegos siempre induce al error, como cualquier generalización.

Quizá los derrotistas piensen que un juego propagandístico al más puro estilo del periodo de entreguerras puede configurar una mentalidad agresiva y potencialmente destructiva, sin embargo esa actitud lo único que hace es ignorar al jugador. El espíritu crítico a la hora de enfrentarse a la vida es esencial para cualquier persona, y la ausencia de él convierte al hombre en un títere en manos de manipuladores. Una persona con dicho carácter pusilánime será objeto de las arterías de intereses de terceros ya sea el ejército, la religión, la política, la industria o la mafia.

Siempre es más sencillo culpar a otros de nuestros problemas. Ante una sociedad crecientemente violenta, manipulada y corrupta es preferible achacar las culpas a los juegos de ordenador (entre otros productos estigmatizados) que asumir que todos, padres y responsables políticos son totalmente incapaces de aportar valores críticos a sus hijos. La propaganda se sutiliza y la violencia se generaliza en el mundo de los juegos, pero sólo aquellos sin espíritu crítico serán víctimas. La industria posee una autorregulación que parece más que acertada, sin embargo sólo la educación puede evitar que nos convirtamos en lo que los medios dicen que los jugadores se han convertido.

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