Lucha de intereses

Movilidad

La digitalización del conocimiento universal se enfrenta a una difícil decisión en la que la llegada de nuevas vías de ingresos obstaculiza los derechos del ciudadano.

La batalla digital abierta por el buscador más popular de Internet, Google, al querer incluir en la Red un ingente número de obras impresas, hasta ahora mayoritariamente de origen anglosajón, va a pasar a una fase determinante.

La empresa online ha decidido contar con la aportación de los editores de varios países europeos para dar mayor textura y color a lo que supone un paso trascendental en la gestión de la cultura universal.

La apertura de la biblioteca digital de Google podría, de hecho, minimizar el rechazo que el proyecto generó en sus comienzos en el Viejo Continente, donde ya se ha empezado a gestar una iniciativa online paralela. En otros términos, el patrimonio cultural de la corriente anglosajona se reafirmaba en directa posición frente al legado de habla no inglesa.

El enfrentamiento entre los dos colosos del conocimiento, sin embargo, parece haber encontrado un punto de entendimiento. Google, no sabemos si porque el mundo editorial y bibliotecario europeo acaba de reunirse en París para definir su metodología de trabajo y afianzar de este modo su situación, ha dado marcha atrás en su estrategia por atraer más clientes y obtener nuevas vías de ingresos.

Con todo, el planteamiento europeo ha puesto las cartas sobre la mesa, exigiendo incluso el respaldo de la UE, y la digitalización del saber universal, en sus dos vertientes, debe pasar por un acuerdo. O los responsables europeos cogen la mano de Google, lo que no deja de entrañar ciertos riesgos a muchos niveles, o la rama online del patrimonio global se bifurca en direcciones contrapuestas, una decisión de corte exclusivista y limitada.

No hay duda de que el acceso al saber y al conocimiento es un derecho del ciudadano, en cualquier momento y lugar, y que Internet se configura en esta ocasión como una de las herramientas idóneas para cumplir el objetivo. Pero la lucha de intereses sigue marcando la pauta ante lo que puede constituir una de las mejores obras universales de digitalización.

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