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Satya Nadella, el karma y el machismo latente en Silicon Valley

Satya Nadella era el CEO perfecto. Simpático, con cara de buena persona, sin historias truculentas de maltrato a los empleados detrás, moderno y capaz hasta de seducir a los inversores. Entonces llegó el día 9 de octubre de 2014 y dejó a todos boquiabiertos con unas declaraciones sobre cómo las mujeres no debían pedir aumentos de sueldo. Algo dicho, además, en la conferencia Grace Hopper Celebration of Women in Computer. ¿Se había vuelto loco? ¿Es mucho peor que los clásicos CEOs misántropos y es en realidad misógino?

En defensa del CEO de Microsoft, antes de entrar en profundidad en el tema, habría que decir que posiblemente sus desafortunadas palabras fueron sacadas de contexto. La pregunta era qué consejos daría a las mujeres que tienen miedo a pedir un aumento, y él dijo que en realidad no deberían hacerlo, que deberían confiar en el karma y en que el sistema las recompensaría dándoles ese aumento si trabajaban bien. ¿Dónde está el malentendido? En que en realidad no dijo específicamente “las mujeres no deben pedir aumentos”, y que posiblemente hablase de trabajadores en general, de ambos sexos -¿cómo iba a decir eso de las mujeres en pleno siglo XXI?-.

Por supuesto, el daño estaba ya hecho. Por mucho que se refiriese a los hombres también, la pregunta era sobre mujeres y Nadella no especificó nunca que hablase en general. Y, el problema de fondo: pedir a los trabajadores confiar en un sistema que no funciona bien (existe todavía esa diferencia de sueldo entre hombres y mujeres por puestos iguales) es pedirles continuar manteniendo lo que va mal. La moderadora y quien hizo la pregunta, Maria Klawe, enseguida dijo que no estaba de acuerdo. “Si crees que mereces un aumento, deberías simplemente pedirlo”, aseguró.

Obviamente, Satya Nadella se dio cuenta pronto de su error. Primero se disculpó en Twitter diciendo que se había expresado mal. “Nuestra industria debe acabar con las desigualdades de salario entre sexos para que no haga falta pedir un aumento por discriminación”. Es decir, que si el sistema funcionase bien, se podría confiar en ese karma. Más tarde envió un mail a los empleados de Microsoft diciendo claramente que se había equivocado con su respuesta y que habría que tomar la de Klawe.

Lo último ha sido un memo enviado esta semana en el que entraba en el tema en profundidad, disculpándose de nuevo y admitiendo el error. “Mi consejo subestimaba la exclusión y la discriminación -consciente e inconsciente -que puede frenar a la gente. Cualquier consejo que recomiende pasividad ante la discriminación es malo”. Después pasaba a hablar de áreas en las que Microsoft tendría que trabajar más, sacando también un tema muy importante. “Debemos asegurar no solo que todo el mundo reciba el mismo salario por el mismo trabajo, sino que tengan la oportunidad de hace rese mismo trabajo”.

El machismo (no solo) de Silicon Valley

Ese último punto, el de poder realizar el mismo trabajo, es en el que se notan las profundas diferencias que todavía pueblan Silicon Valley y el mundo de la tecnología. El 29% del personal de Microsoft son mujeres, porcentaje que cae al 17% al hablar de puestos de liderazgo. En Google las cifras son del 30% y el 21% para altos puestos. En Apple 30% y 28%. En Facebook, cuya COO Sheryl Sandberg da consejos en su best-seller Lean In sobre cómo pedir ese aumento (pero pedirlo) 31% y 23%. Claramente, hay todavía algún problema.Y es que aunque a todas las grandes (y pequeñas) tecnológicas se les llena la boca hablando de diversidad y de todo lo que están haciendo para acabar con las diferencias, declaraciones como las de Nadella dejan claro que hay mucho por hacer.

Y no solo Microsoft tiene el problema. Esta semana se sabía que tanto Facebook como Apple pagan a sus empleadas si quieren congelar sus óvulos, una medida para “nivelar el campo de juego”. ¿De verdad es esa la única forma que se les ocurre de ayudar a las mujeres a alcanzar puestos ejecutivos?

La reflexión que queda de fondo es que, aunque las intenciones sean buenas, el problema está lejos de ser solucionado. Si congelar los óvulos (¿y poder tener hijos cuando te jubiles y tengas tiempo?) es la propuesta, el mensaje parece dejar claro que ser madre es incompatible con tener un alto puesto ejecutivo. Como si los embarazos durasen 18 años y los padres no tuviesen ninguna responsabilidad. La conciliación es todavía solo una palabra bonita con la que quedar bien al hablar de tu empresa. La realidad, de momento, parece ser todavía otra.

Ana Bulnes

Periodista fascinada por el mundo, la tecnología, los libros, las series y la música. Puedes seguirme en Twitter, Facebook e Instagram.

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