Tecnologías al servicio del poder

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Estados y multinacionales lanzan iniciativas para aumentar el control de lo que circula por Internet, cercenando en algunos casos el derecho de los ciudadanos a la privacidad y las libertades de expresión e información

Connivencia público-privada

Todas estas iniciativas evidencian una cierta connivencia entre las grandes firmas tecnológicas y las autoridades democráticas en materia de seguridad. “Están condenadas a entenderse”, afirma María Loza, “ya que se necesitan mutuamente”. En su opinión, “estas compañías tienen una ingente cantidad de información personal, así como tecnología muy valiosa para los gobiernos y, por otro lado, recordemos la presión que realizaron las grandes compañías sobre la finalmente fracasada Ley Antipiratería Stop Online Privacy Act (SOPA).

Y cuando esa connivencia no se produce por las buenas, se hace por las malas, como bien recuerda Jorge Campanillas: “No debemos olvidar que la Patriot Act de EEUU obliga a las empresas a dar información privada al Gobierno. Es decir, Google, Apple, Microsoft, Facebook, etc. están obligadas a dar esa información”.

Pese a todo, Samuel Parra sostiene que todavía no estamos asistiendo a un verdadero periodo de “control y limitación de libertades fundamentales”, por parte de los estados democráticos, “con el objetivo de otorgar mayor seguridad a los ciudadanos”. Eso sí, Parra explica que “se han cedido parcelas muy limitadas, como el asunto de la videovigilancia” y pronostica “que los grandes ataques a nuestras libertades fundamentales están aún por llegar, simplemente porque la tecnología avanza a tal velocidad que a los que tienen el poder no les da tiempo a controlarlas”.

El complicado equilibrio entre seguridad y libertad parece, por tanto, seguir inclinándose en favor del primero, algo que ya viene ocurriendo desde los ataques terroristas del 11-S. En esta tesitura, María Loza recuerda que “cuando en una sociedad se sobreprotegen determinados valores o derechos, significa que el resto de derechos fundamentales se sacrifican y, por tanto, no estamos ante una sociedad justo o libre”. Idea que ya aventuró hace más de dos siglos el estadounidense Benjamin Franklin: “Aquél que está dispuesto a sacrificar una libertad básica por la seguridad, no es digno ni de la libertad ni de la seguridad”.

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