Verde que te quiero verde (o cómo el cloud ayudará a mimar el planeta)

Nadie cuestiona que los gases de efecto invernadero (GEI) que vertimos, contribuyen al calentamiento terrestre. Parte de las radiaciones solares recibidas, deberían dispersarse, pero estos gases frenan su salida. Pruebas de laboratorio aseguran, que la temperatura de nuestro planeta el siglo pasado aumentó 0,6 grados y en el próximo puede aumentar, cinco grados.

El CO2, presente en los procesos industriales, representa casi un 60% del efecto invernadero y si no se aplican con rigor medidas eficaces, la tendencia es aumentar 10% cada 20 años. Las variaciones climatológicas y los desastres naturales, nos hacen plantearnos la validez del modelo vigente.

La filosofía “verde”, se extienden en las empresas por convicción (no dejan de ser comunidades de personas, que pueden estar impregnadas de ella) o desventaja competitiva si no la aplican. Eso sin contar con la intervención regulatoria del Estado, premiando actitudes verdes o sancionando las menos ecológicas.

El 2% de las emisiones vertidas provienen de Sistemas Informáticos. La sociedad, demandará acciones eficientes para disminuir emisiones y es nuestro deber (de los responsables de las empresas y en última instancia de los técnicos), racionalizar el uso de energía en el proceso productivo.

En 1965 Moore formuló una teoría que hasta hoy se ha cumplido. Afirmaba que cada 18 meses el número de transistores en un circuito impreso se duplicaría. Antes, la guerra entre fabricantes iba dirigida a conseguir mayor velocidad. De un tiempo a esta parte se ha variado la estrategia y en la batalla por la miniaturización el reto es concentrar el máximo número de núcleos en un circuito, para ejecutar de forma paralela tareas simultáneas. Ya es habitual encontrar sobremesas o portátiles, con cuatro núcleos.

Según el último Uptime Simposium, en condiciones normales, un equipo emplea menos de un 25% de su capacidad. El resto…no se usa. El aumento de núcleos debería venir acompañado de software que hiciera un eficiente uso de ellos. Los programas no se diseñan pensando en economizar recursos o liberar procesos que consumen ciclos de CPU. Pero excede el objetivo de este artículo la  “programación ecológica”.

Mayor rendimiento y miniaturización, generan calor, que debe disiparse, para evitar pérdidas de rendimiento y averías.

Los dispositivos electrónicos emplean para funcionar electricidad, que es una materia prima cara, limitada y en ocasiones, según su origen, altamente contaminante. El consumo del CPD es un problema, que adquirió notoriedad cuando, en 1996 el Departamento de Energía americano predijo que su consumo se duplicará para 2011, una predicción que se ha cumplido. Otro presagio cumplido es que sería mayor el gasto del CPD por la energía consumida, que por el hardware.

El 50% del gasto en un CPD, se emplea para alimentar los dispositivos electrónicos y los sofisticados sistemas de aire acondicionado necesarios. Se estima que se acerca a un 13 % del gasto total de TI. APC, asegura que la eficiencia energética del trabajo IT no llega al 0,001 % de los vatios consumidos.

El valor de los departamentos tecnológicos será medido, por la “eficiencia energética” en la gestión de sus activos. Se han creado métricas para evaluar la optimización de los CPD y poder compararlo con otros, buscando máximo rendimiento con el menor coste posible. PUE y DCE serán dos parámetros de los que oiremos hablar, en aquellas organizaciones que busque la excelencia.

El entorno económico de recesión y contención de gasto, obliga a las empresas a replantearse estrategias para mantener su competitividad. Aquellos que se adapten partirán con ventaja.

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Alberto Payo

Redactor jefe de ITespresso.es. Comunicador audiovisual y periodista digital desde hace más de una década y tecnológico desde hace casi 7 años. Dentro de las TIC, interesado por la movilidad, las startups, los emprendedores y las apps. Fuera de ellas, aficionado al cine, la fotografía, los cómics, los viajes y los monólogos.

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