Niños programadores: ¿necesidad o capricho?

Los beneficios: desarrollo de la creatividad y el pensamiento lógico

Más allá de las posibilidades de un futuro mejor siendo uno de esos ingenieros tan buscados, ¿qué beneficios tiene la programación para los niños? ¿Por qué iba a necesitar un futuro filólogo, por ejemplo, estos conocimientos? Los argumentos van aquí por dos caminos: uno explica que vivimos en un mundo en el que la tecnología está ya presente en todos los sectores, por lo que saber programar o entender cómo funciona el sistema ayuda a saber qué se puede hacer y, si es necesario, a crear la nuevos caminos para mejorarlo.

El segundo argumento ya no habla de futuro y mundo laboral: habla del simple desarrollo de los niños. “La programación permite expresar de una manera muy distinta al papel y el lápiz las cosas que imaginan o quieren crear”, explica Belén Palop. “Hay todo un mundo de posibilidades de expresión”, siempre y cuando se enseñe a programar dentro de “un entorno de mucha libertad”.

Y es que también aquí es posible caer en el error de una educación demasiado reglada y guiada por normas. “Si les enseñamos a programar como reproducción de técnicas aprendidas, con directrices muy concretas y enunciados muy definidos, entonces solo conseguimos eso, que programen”, afirma Palop.

“Cuando el entorno se abre, entonces surgen, además de la creatividad, habilidades de resolución de problemas, de desarrollo del pensamiento lógico, abstracto y computacional, mucho aprendizaje de matemáticas, de desarrollo verbal… En definitiva, de la mayoría de las habilidades que se argumenta que debe tener un ciudadano del siglo XXI”.

Ese “aprender a pensar” defendido por Steve Jobs vuelve como argumento principal de los defensores de la enseñanza de la programación a edades tempranas. Pero ¿qué posibilidades hay? ¿Y qué resultados están teniendo las iniciativas que han comenzado?