Sub-Zero Wolf: cajones refrigerados para la cocina [veredicto: también perfectos para el dormitorio]

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Los muelles de la cama gruñeron cuando Hef cambió de postura. ‘¡No, otra vez no!” dijeron las hermanas. Hubo una pausa y Hef volvió a poner su pipa en su sitio**. ‘¿Qué hay de malo en otra vez, mis pequeñas abejas?’ canturreó él. ‘Sé que las gatitas como vosotras no pueden tener suficiente amor del Tito Hef. Ahora, ¿quién dijo que estaba sedienta?’ Hubo un ruido grave amortiguado, como el de una bote de plástico que se abre, seguido del suave sonido de un cajón deslizándose sobre rodamientos. ‘Gracias a mi cajón refrigerado Sub-Zero Wolf tengo mi mejor Möet siempre a mano… ¿y de dónde creéis que saco el hielo? Ahora no tengo que llamar a Ambrosio para que me traiga el champagne post-coito para refrescar las partes que necesitan ser aliviadas después de nuestros esfuerzos’.

Descorchando la botella, Hef sirvió el néctar dorado en una copa alargada y la pasó a sus compañeras antes de darse la vuelta de nuevo para revolver los contenidos de su disimulado frigorífico. ‘Oooh’, dijo Lisandra, espabilándose otra vez. ‘¿Vas a meter fresas en nuestra bebida también?’ Hef la miró un poco triste y respondió: ‘No, mi pequeña cereza glaseada. Es para mi medicación, que necesita estar refrigerada. Y si no la tomo, mi presión se irá al carajo’.

* Su boca.
** He dicho que la boca, malpensados.

— Ad Dugdale

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